Uno de los aspectos más problemáticos de la litigación de daños y perjuicios es la determinación del daño psicológico. Obtener compensación por daños psicológicos no resulta difícil cuando el demandante o víctima ha sufrido también daños físicos aparentes. Sin embargo, los daños o el sufrimiento mental es más difícil de demostrar ya que no es físicamente observable. Debido a que la parte querellante tiene la responsabilidad de demostrar que realmente ocurrió un daño, en muchas ocasiones se contrata al psicólogo clínico con el fin de poder demostrar la existencia y alcance del daño recibido, así como el nexo causal entre el daño y el evento.
El psicólogo clínico está particularmente preparado para realizar este tipo de evaluación y fungir como perito debido a su preparación en el uso de técnicas objetivas y estandarizadas para detectar problemas emocionales, de pensamiento y de conducta. Además de ofrecer información sobre síntomas de diferentes trastornos, estos instrumentos permiten detectar intentos de presentar una imagen desfavorable o irrealista que puede ser motivada por el interés en obtener una ganancia en el caso legal.
Las evaluaciones de daños psicológicos deben incluir tres elementos importantes: la determinación de un daño, luego de descartar la posibilidad de exageración; la relación de ese daño con el alegado evento; y el efecto en el funcionamiento futuro de la persona. Veamos cada uno de esos elementos en más detalle.
Presencia del daño
La primera parte de la evaluación va dirigida a determinar si en efecto ocurrió un daño psicológico y cuánto dolor emocional sufrió la víctima. Los psicólogos usan una gran variedad de herramientas que permiten obtener la información necesaria para contestar esta pregunta. Una de ellas es la obtención de información del historial de vida de la persona evaluada. Al recoger información del historial es recomendable utilizar cuestionarios que puedan ser completados por la persona evaluada. Utilizar estos cuestionarios presenta varias ventajas. La primera de ellas es la garantía de que la información se recopila de forma sistemática evitando que se dejen de recoger datos esenciales por olvidos. Otra ventaja es el ahorro de tiempo, tanto del evaluado como del evaluador. En adición a esto, resulta de gran beneficio el que se pueda citar las palabras de la persona evaluada directamente desde su propia escritura. De esta manera se evitan malentendidos e interpretaciones y se evita hacer conjeturas de lo que la persona realmente quiso decir.
Otra categoría de técnicas utilizadas por los psicólogos clínicos son las pruebas de personalidad y psicopatología. Algunas de estas pruebas requieren que la persona evaluada conteste a unas preguntas escritas, mientras que otras requieren que responda a unos estímulos no verbales presentados por el psicólogo.
La selección de las pruebas a ser utilizadas va a variar en función de varios factores. El principal es que la prueba esté diseñada para medir y detectar trastornos y psicopatología en personas con las mismas características de la evaluada. Igualmente importante es que el psicólogo tenga la competencia necesaria para usar de forma efectiva la herramienta seleccionada. Estas competencias usualmente se obtienen con educación formal y prácticas supervisadas.
Debido a que las pruebas son instrumentos científicamente de desarrollados y sofisticados, es importante tomar en consideración lo relacionado con las características psicométricas de cada prueba seleccionada. Tendrán prioridad aquellos que estén estandarizados, validados y normalizados para la población y cultura a la que pertenezca la persona evaluada. Conociendo lo limitado de los instrumentos que cumplan estas características para los puertorriqueños, el psicólogo debe hacer lo posible para seleccionar instrumentos con demostrada calidad psicométrica. Características importantes a ser consideradas son la validez y confiabilidad de los instrumentos así como su sensitividad y especificidad para detectar el constructo deseado.
Otro de estos factores tiene que ver con la manera en que los instrumentos tomen en consideración cualquier impedimento que pueda tener la persona evaluada. Es por eso que si, a raíz del incidente la capacidad de comprensión de lectura de la persona se ha visto menoscabada, no es recomendable utilizar pruebas que requieran que la persona responda a material escrito.
Debido a la naturaleza adversarial del proceso legal, un aspecto importante a considerar en la selección de las pruebas es que ésta ofrezca medios para evaluar un patrón de respuestas distorcionadas que sugieran fingimiento. Una persona puede fingir estar mejor de lo que realmente está, negando fallas y problemas, o puede exagerar síntomas físicos o psicológicos. En evaluaciones de daños emocionales es más común el tratar de exagerar la cantidad y magnitud de los daños recibidos con el fin de obtener la mayor compensación posible. Los psicólogos cuentan con varias medidas objetivas y técnicas especializadas de entrevista diseñadas con el propósito de poder evaluar el tipo y nivel de fingimiento, si alguno, presentado por el evaluado. Algunas de ellas están integradas en los inventarios de personalidad en forma de escalas. Otras están desarrolladas en entrevistas estructuradas o son pruebas completas específicamente diseñadas para este propósito.
Nexo causal
El segundo elemento básico a evaluar en una evaluación de daños psicológicos es la relación del daño sufrido con el evento traumático. Una vez establecido que de hecho hubo un daño sufrido por la víctima, es necesario examinar el efecto, si alguno, que tuvo el evento traumático en la aparición del daño. En el mejor de los casos se debe poder demostrar que el evento que genera la acción legal causó el daño directamente o propició las circunstancias necesarias para que ocurriera el evento traumático. Para lograr el propósito de establecer de manera clara y concisa la relación entre el daño y el evento, se debe documentar cuidadosamente el cambio entre antes y después del evento en todas las esferas que hayan resultado afectadas en la vida de la víctima.
Hay cierto tipo de información que resulta útil al momento de evaluar la relación que tuvo el daño con el incidente o el impacto que éste tuvo en la vida de la persona. Por ejemplo, los expedientes de trabajo pueden reflejar que antes del incidente el evaluado recibió varios premios por mérito mientras que luego del un accidente no recibió ninguno, y al mismo tiempo aumentaron las ausencias por enfermedad. De la misma manera se puede desprender de estados financieros si hay o no una diferencia en los gastos de entretenimiento o aquellos asociados a tratamientos médicos o psicológicos antes y después del incidente que provocó el alegado daño. Información de su ejecutoria académica antes del alegado daño puede servir para establecer un nivel de funcionamiento pre-mórbido que ayude establecer la presencia del daño así como la severidad de éste.
Otro tipo de información que podría servir para corroborar la presencia de un cambio en la vida de la persona, posiblemente debido al incidente en cuestión, es la siguiente: historial ocupacional que incluya su nivel de ejecución antes y después del daño, así como su ajuste al ambiente laboral; ejecutoria académica, reportes médicos previos, historial de actividades sociales y de recreación, entrevistas con familiares, amigos, compañeros de trabajo, profesores, estudiantes y cualquier otra persona que pueda ofrecer información útil que permita al clínico comparar el nivel de funcionamiento global de la víctima antes y después de haber sufrido el daño que se alega.
Para este propósito también resultan útiles los varios instrumentos psicodiagnósticos que están a la disposición del psicólogo clínico. De existir alguna evaluación psicológica de la víctima realizada antes del evento, es de mucho provecho el comparar los resultados con los obtenidos en la evaluación actual.
Otra forma de evaluar la relación entre el daño observado y algún evento específico, es utilizar una escala que permita al psicólogo ir evaluando una serie de eventos traumáticos que pueden o no haberse presentado en la vida de la persona evaluada. De esta forma se puede evaluar si cada uno de esos eventos representó una pérdida económica, si ha requerido de tratamiento psicológico o psiquiátrico, y un estimado subjetivo del nivel de severidad del efecto sufrido. Al usar una escala como esta el psicólogo se asegura de que hizo una evaluación comprensiva de eventos que pudieran haber causado los síntomas que presente la persona evaluada y el efecto de cada uno de estos.
Efecto del daño
El tercer elemento a ser considerado en la evaluación de daños psicológicos es el efecto que el daño tendrá en la víctima. Una vez el psicólogo ha establecido que hay un daño medible y que está relacionado al evento que provoca la acción legal, se opina sobre el alcance del daño y la prognosis. Se intenta describir la forma en que la persona no es la misma persona que era antes del evento. El simple hecho de presentar síntomas depresivos, de ansiedad o de cumplir con los criterios para un diagnóstico no significa, por si solo, que la persona haya sufrido un daño severo o irreparable. Lo que se pretende probar es qué nivel de funcionamiento retiene la persona y qué es necesario para que vuelva a funcionar como antes del evento.
Al evaluar a la víctima es importante tomar en consideración su funcionamiento previo al evento y su capacidad funcional al momento de la evaluación. Algunas áreas que se evalúan para determinar su funcionamiento actual son la capacidad de atención, concentración y memoria, así como su capacidad para llevar a cabo actividades del diario vivir, de su ambiente social y de su trabajo. También es importante considerar la percepción que tiene la persona sobre el daño sufrido, ya que está directamente relacionada a su nivel de sufrimiento. Esto es así ya que es sabido que un evento puede resultar traumático para una persona y no para otra. Para una persona cuyo matrimonio es exitoso y una fuente de felicidad, la muerte de su compañero podría resultar devastadora, mientras que para alguien que detesta a su pareja porque ésta es una fuente de humillación y dolor, dicha pérdida podría no ser tan catastrófica. Todos estos elementos se toman en consideración al momento de opinar sobre la necesidad de tratamiento que pueda tener la persona evaluada para restaurar su nivel de funcionalidad o aliviar su sufrimiento.
Contrario a la práctica usual al ofrecer tratamiento, en estas evaluaciones no es necesario que la persona tenga un diagnóstico para que cumpla con el criterio legal. La mera presencia de síntomas de algún trastorno puede ser suficiente como para provocar un alto nivel de sufrimiento o incapacidad funcional. Un evento puede causar pesadillas recurrentes, para dar un ejemplo, sin que esto sea suficiente para un diagnóstico clínico. Sin embargo, los efectos de esas pesadillas pueden impactar la capacidad de una persona para funcionar efectivamente en su trabajo, además del nivel de angustia que le causa.
En conclusión, un psicólogo clinico puede realizar esta evaluación forense de forma estructurada e imparcial utilizando los instrumentos y procedimientos apropiados. Esto le permite reportar sus hallazgos en un informe que sirve al juzgador de los hechos para tomar una decisión informada. También permite a las partes conocer la realidad de la persona evaluada y realizar los acuerdos que estimen apropiados.